Luna llena en Libra
Reflejos que susurran verdades
Cada vez me doy más cuenta de que no soy, en absoluto, lo que creo ser.Y cada vez siento más ser todo lo que observo a mi alrededor.
Cualquier cosa aparentemente externa sólo me muestra mis verdades.
Mi disconformidad en cualquier vínculo es un reflejo de una disconformidad interna.
El tiempo propone un cambio de percepción que se programa y se desprograma justamente en el mismo sitio:
los cuentos que te cuentas… y que te contaron.
𓁿
Hoy puedo sentir desde el otro, y darme cuenta de que si algo me duele, es mío.
Independientemente de lo que diga o haga el otro.
Sólo puedo agradecer a ese detonador que aparece con otra cara para reflejarme,
constelando partes mías que necesitan expresión.
Hoy puedo utilizar la sombra de mi fuego como potencial de creación.
Aquel deseo reprimido, la rabia acumulada en el inconsciente,
la impotencia programada y la frustración por no saber direccionar mi flecha…
son expresiones del fuego que me ensombrecen cuando no consigo destilarlas
para sacarles su máximo brillo.
Ese mismo fuego es energía potencial, dirección, espontaneidad, valentía, capacidad, alegría y pulso de vida.
Sólo depende de cómo lo juego.
El fuego va a seguir iluminando —ya sea con una idea o con un enfado, revelando o quemando—
su misión es darle impulso y lugar a aquello que brota desde el corazón.
Puro y directo. Espontáneo y sin necesitar un por qué. Visceral. Impulsivo.
Todo apunta a Marte
En esta lunación, todo me parece girar en torno a Marte:
la flecha, el arquero que la lanza —o no—, la inercia que la dirige y el motivo.
Todo está siendo sometido a un cambio inevitable.
La retención de la energía ha servido para viajar al interior,
a ese lugar desde donde se gestan y se lanzan las flechas.
Y ahora, esa acumulación energética tiene la fuerza de un muelle que quiere salir disparado.
Entre el agotamiento de un impulso que ya fue y la ilusión de tener siempre otra flecha de posibilidad.
Yo soy todo: la flecha, el arquero, el origen y la inercia.
He cultivado la paciencia en un viaje interior para llegar al centro.
He tenido que reconocerme en mi intransigencia, en mi impotencia, en mi dispersión.
Y he podido verlas como guardianas protectoras de una inocencia violada por mi propia ambición.
La difícil misión de encarnar algo tan grande como el Ser
en algo que te hacen creer que es tan pequeño como una vida humana.
Puede ser nada, si te lo crees.
O puede ser la historia entera del Universo.
He llegado al corazón para entregarle la ofrenda del lanzamiento de la nueva flecha.
Él debe tomar el control, para que ninguna capa protectora acapare ese trabajo.
La flecha cambia en todas sus partes y ya no puede sostener muchas de las cosas que creía ser.
Tampoco le valen muchas de las pretensiones que modulaban su dirección.
Y toda esa retracción que llevan meses contrayéndola…
ahora la conecta con el cielo.
Quizá no necesita saber dónde va ni por qué.
Simplemente ir con todo, atravesando brumas
y en nombre de algo que parece ser más grande que ella.
Una flecha de inocencia, amor y pureza no se encuentra con obstáculos:
los convierte en un código vial que la guía.
Haciendo del fuego, como el agua, la posibilidad de fluir sin esfuerzo.
𓁿
Esta no es una luna para equilibrar cuentas, sino para
desnudar el engaño de todo equilibrio estático.
La doncella de la balanza hoy se revela como
la arquitecta del caos que precede a todo orden verdadero.
El equilibrio de Libra es una utopía que confunde equilibrio con inmovilidad.
Libra es tensión sostenida.
Es el intento de armonizar dos fuerzas que laten con diferentes pulsos.
Es la belleza que nace cuando no se elige bando,
sino cuando se honra al otro sin dejar de habitarse.
Libra es el Omega de Aries.
El otro que también soy yo.
El otro donde yo termino.
Esta luna tampoco viene a regalar acuerdos.
Viene a recordar que el equilibrio no se alcanza… se practica.
Y que a veces, sólo cuando se rompe, nace algo que por fin es real.
Porque todo desequilibrio busca un nuevo equilibrio.
Las relaciones no son sólo relaciones.
Son espejos, campos de autoreconocimiento, escenarios de redención,
y a veces, altares donde se sacrifica la máscara para que nazca la verdad.
Una danza de espejos donde a veces evitamos nuestra propia mirada.
Y donde el otro no es sólo compañía,
sino también oráculo que nos invita a ver nuestras verdades.
La armonía no está en el equilibrio perfecto y utópico.
Quizás está en el instante preciso en que la balanza se desnivela buscando otro equilibrio.
Y la belleza es sostener ese movimiento:
cuando el amor pesa más que el miedo,
cuando el costo de callar supera el terror al conflicto,
o cuando el alma elige ser territorio en lugar de puente.
No se trata de gustar, complacer ni de quedar bien.
Se trata de ser verdad.
Libra no vino a traernos paz,
sino a mostrarnos el precio que pagamos por ella.
Y entonces, como esas balanzas antiguas que miden el alma en granos de trigo,
sabremos qué vale la pena perder.
Esta luna es un campo de batalla cuántico,
donde las relaciones —ese tejido vivo que nos une y nos desgarra—
exigen ser renegociadas, no desde la mente,
sino desde la memoria celular de lo que realmente nos sostiene.
𓁿
✧ El juicio del corazón ✧
Lectura simbólica y oracular de una imagen de equilibrio sagrado
En el corazón de esta imagen se despliega un altar de conciencia donde el alma es llamada a recordar su origen y atravesar el umbral del equilibrio. Esta no es solo una escena, sino un rito: una invocación visual al juicio del corazón, al peso exacto del amor en el tejido del tiempo.
En el centro, la balanza suspendida entre cielo y tierra guarda el misterio de Libra: el arte de sostener lo dual sin romperse. A un lado, una pluma ligera como la verdad; al otro, el corazón, rojo y vivo, portador de nuestras memorias y deseos. El fuego se eleva desde las alas abiertas, como si un alma, tras haber ardido, pudiera ahora volar. El juicio no castiga, revela.
A la izquierda, una figura alada con cabeza de ibis —Thoth, el escriba divino, guardián del lenguaje y de los ciclos— sostiene la pluma con la que se escribe el destino. A la derecha, la sacerdotisa coronada con la Luna, tal vez Maat o Isis, custodia el corazón. Ellos no juzgan: sostienen el rito de recordar quiénes somos.
Arriba, el Sol y la Luna entrelazados por el infinito indican que no hay separación: sólo danza. La luz y la sombra, el oro y la plata, el sí y el no. Debajo, dos esfinges, una clara y una oscura, vigilan en silencio el altar de lo oculto. Entre ellas florece una rosa encendida, nacida del vórtice de la transformación. Sobre un cubo transparente descansa el símbolo del chakra del corazón, recordando que es allí donde se disuelven todas las batallas.
Este tablero de ajedrez no es un campo de guerra: es el escenario de lo sagrado. Todo lo que vemos es una invitación a cruzar el umbral sin perder el centro. A mirar nuestra vida como un acto alquímico: donde cada decisión pesa, cada silencio habla, y cada encuentro nos devuelve a la medida exacta del alma.
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