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El 7 de septiembre presenciaremos un eclipse total de Luna llena en Piscis, un acontecimiento cósmico que abre un portal de transformación interior y un gran final de ciclo..
Es un clímax emocional, espiritual y colectivo, donde el cielo nos invita a atravesar un umbral que marca un antes y un después.
En este tiempo, revelaciones, lágrimas, sueños y melancolías llegan como olas inciertas: a veces para aprender a surfearlas, otras para sumergirnos en lo más hondo de sus aguas. De cualquier manera, no saldremos siendo los mismos.
Cuando hay un eclipse de Luna, la Abuela de los ciclos se tiñe de rojo, como con una sangre luminosa que anuncia el final de una forma de reflejar la luz del Sol.
Este oscurecimiento no es pérdida, sino rito de paso:
un corte de memorias que depura viejos patrones inconscientes y abre la posibilidad de una nueva gestión emocional.
Por eso, los eclipses lunares nos movilizan intensamente. Nos sentimos más sensibles, vulnerables, a veces confundidos. La energía se amplifica y no siempre entendemos qué sucede, pero la vida con su sabiduría pulsa desde adentro.
Son, en esencia, menstruaciones cósmicas: vaciados necesarios antes de la actualización de conciencia que sostiene nuestro crecimiento.
El 1 de septiembre, Saturno regresó a Piscis tras haber visitado brevemente Aries desde mayo: un atisbo del futuro con un llamado pionero.
Pero ahora vuelve a Piscis para completar un ciclo en la escuela de la redención y la madurez espiritual.
Saturno, como una hoz, corta lo que sobra, y su última misión en Piscis revisar ilusiones, fantasías y viejos sueños que ya no tienen base.
Nos recuerda que somos espíritu manifestado en forma humana y que necesitamos una estructura invisible —fe, prácticas espirituales, conexión interior— para sostenernos en medio de cualquier marea externa.
Este tránsito, que dura hasta noviembre y cierra definitivamente en febrero de 2026, nos pide paciencia. Nos invita a soltar viejos personajes y a reconocer que ya no somos quienes éramos.
El 2 de septiembre, Mercurio entró en Virgo.
Allí se une al Nodo Sur, ayudándonos a purificar patrones mentales, juicios, creencias limitantes y narrativas internas.
La cuadratura inmediata con Urano (3 de septiembre) abre rutas inesperadas: comunicaciones sorpresivas, noticias disruptivas, cambios en la forma en que pensamos y hablamos.
Este tránsito nos pide flexibilidad y apertura mental.
La mente, que tantas veces puede ser rígida o perfeccionista, debe abrirse a nuevas frecuencias.
Mercurio en Virgo nos invita a recordar que el pensamiento es creador y que la higiene mental es clave para nuestro bienestar.
El 4 de septiembre, Marte en Libra hace cuadratura a Júpiter en Cáncer.
Esta tensión se traduce en la necesidad de actuar de manera diferente, de dejar de complacer, de no refugiarnos en la duda ni en la inercia como excusa.
Marte quiere dinamitar tendencias vinculares y Júpiter crear un nuevo hogar interior.
Estamos llamados a tomar acciones valientes hacia lo nuevo, hacia territorios en los que nunca hemos estado. Lo familiar ya no sostiene. Marte y Júpiter nos impulsan a crecer, aunque nos dé vértigo.
El 6 de septiembre, Urano se estaciona retrógrado en Géminis. El viento se para y se vuelve hacia adentro con ansia de cambios y salpicando el evento eclíptico con su energía: incertidumbre, cambio, revolución, despertar, sorpresa.
Un planeta estacionario amplifica su simbolismo, y Urano aquí nos recuerda que nada puede seguir igual.
Su retrogradación es una invitación a integrar todos los vendavales de estos últimos meses, a asimilar que lo estable conocido ya no existe.
El eclipse en Piscis hace a Neptuno su comandante silencioso.
Él es el que no se ve y, sin embargo, está en todas partes: el que sostiene el fondo del océano mientras todos los ruidos de la superficie terminan rindiéndole cuentas.
Toda la configuración celeste se tensa como una flecha, cuya punta es el dios del tridente, con un pie en cada mundo: aquel que guarda todas las memorias y posibilidades —Piscis—, y aquel que exige una nueva forma para nacer —Aries—.
Saturno aporta la densidad de lo real: nos recuerda que la madurez consiste en aceptar la vida tal como es, dejando atrás la tentación de escondernos en evasivas.
Nos recuerda el peso y el hechizo de las memorias que arrastramos y nuestra responsabilidad de aprender a hacernos cargo de ellas.
Plutón destapa la sombra del bypass espiritual, mostrando cómo también puede ser un mecanismo de control mental. Su invitación es mirar de frente la totalidad, incluso aquello que preferiríamos ignorar.
Y Urano irrumpe como ciclón, agitando el campo cuántico, generando tormentas y desordenando lo establecido para que pueda emerger un nuevo ordenamiento.
Piscis no solo habla de espiritualidad, también de memorias colectivas y ancestrales.
Este eclipse tiene la fuerza de detener ciclos de trauma que llevamos en la genética. De liberar emociones estancadas, para que el cuerpo también pueda expresar una nueva biología.
Pensamiento y emoción se hacen biología.
Limpiar nuestras aguas emocionales abre la posibilidad de encarnar un cuerpo más libre, sano y vital.
El mapa del eclipse muestra un gran trígono de agua:
Júpiter en Cáncer, Lilith en Escorpio y la Luna con el Nodo Norte en Piscis abren un caudal de aguas sagradas: la sabiduría de sentir, la alquimia de la emoción, la bendición de sanar el cuerpo emocional.
Júpiter expande y bendice este proceso, conectándonos con la memoria ancestral pero también con la posibilidad de crear un futuro distinto.
Es un rezo colectivo:
honrar lo heredado,
pero sin atarnos al dolor del pasado.
Este eclipse acontece sobre el eje Virgo–Piscis.
El Sol, desde Virgo, ilumina con claridad, discernimiento y orden, a una Luna que, desde Piscis, refleja lo difuso, lo ilimitado y lo trascendente.
El desafío es integrar ambos polos: no perdernos en el caos oceánico de Piscis, pero tampoco refugiarnos en el orden rígido y asfixiante de Virgo.
La vida nos invita a bajar el cielo a la tierra, a encarnar lo espiritual en lo cotidiano, a darle forma práctica a lo invisible.
Preguntémonos:
—¿Dónde nos polarizamos?
—¿En el exceso de control virginiano, o en la evasión pisciana que rehúye mirar la realidad?
—¿En qué parte de nuestra vida actúa cada uno?
Este eclipse señala con precisión el lugar donde necesitamos un ajuste para recuperar el equilibrio.
Porque Virgo es medicina para Piscis, y Piscis es medicina para Virgo. Su manifestación más luminosa ocurre cuando dejamos de verlos como opuestos y comprendemos que son un mismo tejido indisoluble.
➔ Escucha tu mundo interior:
lo que sientas estos días puede no tener explicación inmediata, pero guarda un mensaje profundo.
➔ Observa las sincronicidades:
lo que parece coincidencia, en este tiempo, puede ser un espejo valioso para tu evolución.
➔ Honra tus emociones:
no rechaces lo que emerge, incluso si es incómodo. La incomodidad es señal de movimiento.
➔ Integra orden y caos:
busca prácticas concretas (rituales, escritura, cuerpo) que te ayuden a sostener la energía pisciana con claridad virginiana.
➔ Recuerda que no estás sola:
lo que se mueve en ti también se mueve en lo colectivo.
Este eclipse nos invita a soltar la resistencia a la vida tal cual es, abrazar nuestras contradicciones y transformar las coincidencias en sincronicidades cargadas de sentido.
Con Neptuno —regente de Piscis— en Aries, nos sentimos entre mundos. Cerrando ciclos antiguos, soñando futuros nuevos.
Estamos en el gran portal del útero cósmico, sosteniendo el puente entre lo que muere y lo que nace.
Aquí emergen los patrones piscianos de sacrificio, codependencia o salvación. Y desde Virgo, se nos invita a desmontar las exigencias de perfección neurótica que nos desconectan del flujo vital.
La clave: entregarnos al agua, confiar, ritualizar, simplificar. Lo importe no es lo que te pasa ni lo que haces, sino que haces con lo que te pasa y desde que lugar haces lo que haces.
Ceremonias con agua —en el mar, el río o el lago— o rituales de purificación con agua y sal nos conectan con la limpieza profunda que propone el eclipse.
La escritura consciente, con cartas de despedida y gratitud, abre espacio para soltar.
La expresión creativa —cantar, danzar, escribir, pintar— traduce el lenguaje de Piscis mejor que las palabras.
La respiración y la presencia corporal nos ayudan a sentir el dolor sin evadirlo, expandiendo la capacidad de sostener lo que emerge.
Y sobre todo, el perdón como medicina mayor, como el acto más profundo de liberación personal y ancestral.
Este eclipse no es un castigo, es una intervención divina para la liberación.
Nos recuerda que la sensibilidad no es debilidad, sino la fuente de nuestra magia y conexión.
Podemos atravesarlo con mansedumbre, con corazón abierto, con fe en que lo que se limpia y se purifica abre espacio a una vida más libre y amorosa.
La invitación es clara: rendirse a la ola, confiar en la sabiduría del alma, y permitir que este gran final abra la puerta a un nuevo comienzo.
“Que este eclipse nos encuentre con el corazón abierto, entregados a las aguas que limpian, y que al otro lado de la marea podamos renacer más livianos, más verdaderos, más nuestros.
Que cada lágrima derramada se vuelva semilla de vida nueva.”
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Si sientes el deseo de destilar la sustancia infinita de esta temporada de eclipses, te invito a sumarte a la Cuarentena de Eclipses:
una inmersión íntima y transformadora que incluye:
*una lectura de tu carta natal enfocada en los tránsitos eclípticos,
*3 encuentros grupales online para compartir y profundizar,
*y un acompañamiento cercano durante 40 días, para ganar orden y claridad en medio de los cambios que se abren.
A veces, la mejor manera de cruzar estos umbrales es entregarnos al estudio vivo de la matemática sagrada del cielo, una medicina perfecta para sostener la catarsis del cambio y transformarla en dirección y sentido.
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