El Viaje de la Conciencia

Nací en el alba de una mañana de final de verano, cuando estaba todo inundado de luz esperando por el primer rayo de Sol y mientras la marea estaba en su punto más alto. Me siento un navegante a la deriva y con rumbo hacia no sé que lugar. Vivo mecido por las aguas mientras el viento acaricia mis pieles. La tierra me sostiene aunque no me pertenece y el fuego me da vida y me cuenta historias que retransmiten lo que está pasando.

Una parte de mí confía plenamente en dejarse llevar por el oleaje; a otra parte a veces le tiemblan las piernas haciéndome pequeño y vulnerable en la vasta inmensidad en la que llego a reconocerme. Cada vez me reconozco en más y me conozco menos.

Cuando pretendo ser alguien empiezo a sentir limitado el ilimitado potencial de lo que me mantiene vivo, y cuando suelto cualquier molde siento ser un portal de expresión multidimensional.

Creo que todo depende de mi percepción, y de mi capacidad creativa para colorear la realidad. Creo más en lo que llaman fantasía, que en lo que llaman realidad. Creo en la magia y en que todo está lleno de símbolos. Y creo lo que me creo.

Mis personajes sólo me sirven para un rato, después no pueden sostener lo que soy, un horizonte de luces y sombras donde el cielo le hace el amor a la tierra. Cualquiera de mis voces sólo pueden callarse mientras mi alma sonríe. Soy un bocazas que siempre tiene respuesta para todo, y sin embargo, lo que más me provoca es lo que me deja mudo.

Soy un pez de tierra que observa un baile entre un león y una serpiente. Un volado al que le cuesta poner los pies en el suelo. Un niño chico grande que cree saberlo todo porque en realidad no sabe nada. Un alma fascinada con la experiencia humana, y un estudiante eterno.

La música me cuenta cosas que nunca podrán contarme las palabras. Me gusta lo que no me gusta porque siempre me trae algo. Soy un místico que habla con Dios, y un encantador de serpientes al que le gusta visitar el purgatorio.

Para mí la astrología es un lenguaje sagrado, un templo de conocimiento en el que hay que entrar con respeto, y en el que a medida que me adentro, el misterio se hace más y más grande. Allí encuentro los enrtesijos de la ingeniería del juego, y una sinfonía celestial de la que todo es instrumento. Conciencia, física y metafísica y espiritualidad. La gran madre sabia que no excluye nada y lo nutre todo. La prueba de que Dios existe y del cual todo forma parte.