Ecos de la Luna llena en Escorpio
El rayo que ilumina y corta la raíz.
La emoción que estalla y se transforma.
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El rayo que ilumina y corta la raíz.
La emoción que estalla y se transforma.
Una nueva inseminación de paquetes de datos se carga en la conciencia, provocando sacudidas eléctricas que vienen a romper y actualizar aquellas raíces profundas que ya no nos sostienen.
El rayo revela, con su descarga,
algo que estaba muy abajo.
El Sol se funde con Urano en los finales de Tauro.
La Luna desciende al inframundo de Plutón en los primeros grados de Acuario.
Ambos se miran de reojo
en un trígono tenso y revelador,
donde el cuerpo y la emoción,
la conciencia y el inconsciente,
el deseo y la sombra,
se alinean para un salto.
Esto no es suave.
Ni lineal.
Ni cómodo.
Es brusco, movilizante, explosivo.
Un temblor que rompe estructuras internas.
Una verdad que no podías —o no querías— ver,
cayendo como un rayo sobre lo que dabas por hecho.
Puede sentirse como
un vértigo sin forma,
un duelo desconcertante,
una agitación en el pecho,
una lucidez que duele.
Pero también —si lo sostienes sin huir— puede ser una clave de libertad.
Urano quiere que despiertes.
Plutón quiere que mueras a lo que ya no eres.
Y la Luna —que todo lo siente—
hace de partera entre la destrucción y el renacer.
El cuerpo se vuelve toma de tierra: sostiene intensidades eléctricas y acuáticas.
Hay tensión,
hay urgencia,
y puede que no tenga causa aparente.
Si hay fuego inhibido,
buscará salida.
Hay que soltar:
rutinas, roles, inercias.
No lo fuerces.
No lo contengas.
Déjalo ser.
Este es un tiempo
para quedarte con lo que vibra de verdad
y liberar lo que ha cumplido su ciclo.
No desde la huida,
sino desde la claridad que surge cuando el alma se atreve a mirarse sin máscaras.
Camina descalza.
Escribe sin filtro.
Habita lo que pase dentro,
intentando no huir.
Recuerda:
si algo muere,
algo renace.
Honra la vida,
aunque no se entienda mucho.
Me dejo tocar por el rayo.
Que arda lo falso.
Que florezca lo real.
𓇶
✧ La torre ✧
El trueno que libera la verdad
No es castigo.
Es revelación.
La Torre cae cuando lo falso ya no sostiene.
Cuando la estructura fue cárcel,
cuando la forma impide el alma,
cuando la identidad se endureció hasta volverse máscara.
Un relámpago desciende.
No pregunta. No espera.
Rompe el hechizo del ego y sus ficciones.
Este arcano es un umbral de fuego:
la muerte del artificio,
la caída del orgullo,
el derrumbe sagrado de lo que parecía eterno y era solo temor.
Lo que no se sostiene por sí mismo,
arde.
Y en el ardor,
la semilla de una nueva visión.
Una visión que no nace desde la mente,
sino desde las ruinas fértiles del corazón que ha perdido todo…
menos su verdad.
La Torre no destruye.
Desvela.
Te devuelve a tu esencia sin ornamentos.
Te vacía para que recuerdes.
Te abre para que nazcas.
El caos no es enemigo:
es la mano oculta del alma,
derribando lo que ya no vibra con tu destino.
Respira.
Tiembla.
Y deja que el rayo te muestre
lo que siempre estuvo ahí,
esperando ser visto.