Luces y sombras en el equinoccio de Aries
Me pesa y me aburre la idea decretada de que tengamos algo que trabajar, pues ese decreto lleva implícita la afirmación de que hay algo fallado o insuficiente.
Elijo no verlo así, pues creo que todo es perfecto tal y como es, y lo único que me parece que falla a veces ,es la mirada; una mirada pequeña y condicionada por miles de capas impresas por la familia y la cultura, y que hace a la conciencia creer que ella es la que piensa así con su propia autocrítica.
Eso si que es inocencia, y no precisamente de la mejor. Creer que uno es libre respecto a lo que piensa, y que no hay hechizos en los principios de autoridad impresos en nuestros sistemas de creencias.
A veces lo único que se necesita es un ‘darse cuenta’.
Defiendo como uno de los regalos más poderosos de la existencia la posibilidad de crear una cosmogonía propia y singular.
La oportunidad única de cada ser de ver el cosmos con unos ojos nuevos. Mas allá de todo lo que nos cuentan que es el mundo y la vida.
Entiendo la vida con un único propósito, experienciarse, para poder regalarle a Dios un poco más de resolución sobre lo que Él es.
Cada vez me reconozco más en lo que convoco y menos en lo que creo ser.
Cada vez siento más necesaria la realidad de vivir dentro de una constelación para que mi propia estrella pueda brillar.
Y cada vez le importa más a mi mirada todo aquello que parece venirme de afuera, porque viene a completarme, abriendo y expandiendo mis fronteras.
Tengo un cuerpo de trapo y todo un campo energético de manifestación que también es yo.
Al igual que mi origen y mi destino, mi padres y mis vínculos, y todos los seres que me acompañan, pues no son realmente ellos, sino lo que yo veo, las formas que la vida proyecta desde mi, y la expresión de miles de partes mías que se reflejan fuera.
Cuando me regalo la oportunidad de verme el espejo que me suponen, sólo puedo callarme y seguir observando.
Parece que todo lo que fui tampoco me pertenece, y solo quedan tatuajes que simbólicamente abren puertas de memorias. Quizá tengan muchas cosas que contarme todavía.
Pongo en duda mis creaciones, y cada vez me siento más como el lápiz que pinta un dibujo.
¿Es el lápiz el creador?
Quizá es sólo el instrumento que brilla cuando está siendo usado teniendo próposito y sentido.
Saberme lápiz me hace artesano de la vida y me recuerda que solo puedo brillar cuando estoy disponible como instrumento creador.
Siento las creaciones como hijas de la vida, y de alguna manera fuera del tiempo.
Escucho canciones que aún no han sido creadas pero que ya existen y están esperando que alguien las haga materia.
Escucho otras antiguas que parecen estar escritas para este momento.
Las creaciones son entidades que como todo en la vida quieren un lugar para ser vistas o escuchadas, códigos que enlazan tiempos, seres y dimensiones.
Cuando algo me duele hay un instinto que me hace querer darle la espalda al dolor, huir de él.
Hasta que en algún momento recuerdo que es un maestro que viene a enseñarme y que puedo convertirlo en mi aliado, sin ningún sufrimiento.
Entonces lo busco, y comparto mis momentos con él. Lo escucho y le doy su lugar. Cuando no me evado de él, siempre termina fortaleciéndome y enseñándome a valorar la salud y el estar bien como nada en mi experiencia.
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