El cielo se abre —otra vez— como un nuevo amanecer.
La Luna y el Sol se abrazan en el grado 6 de Géminis,
y algo se siembra en el espacio del pensamiento,
del vínculo, de la palabra que crea mundos.
Es una lunación exquisita, ligera y profunda a la vez.
Una semilla con alas que no vuela al azar,
sino con dirección clara hacia ese futuro que estamos empezando a escribir.
La mente se expande,
la voz se afina,
el cuerpo reclama su partitura.
Pero esta vez, el aire no se dispersa:
Saturno, desde el grado cero de Aries,
sostiene la palabra
como quien sostiene un hilo de oro.
Hay responsabilidad.
Hay visión.
Hay causa.
A pesar de cualquier incertidumbre.
Hacernos tomar conciencia de cómo pensamos,
cómo hablamos,
cómo nos hablamos.
A recuperar el poder de nombrar,
y con ello, redibujar el mapa del alma.
La revelación es cómo cada palabra se convierte en realidad manifestada.
Hay un puente visible entre lo profundo y la superficie.
Hay posibilidad de contemplación consciente.
Hay intuición y estructura.
La libélula sobrevuela el campo mental: liviana, exacta, visionaria.
Toda palabra es semilla de diente de león:
no sabemos dónde termina cayendo,
pero termina en flor.
Es tiempo de nombrar con conciencia.
De sembrar palabras con raíz.
De pensar como nunca antes nos enseñaron.
De escuchar con el cuerpo,
y que la mente se incline, por fin, ante el corazón.
y esta lunación es el pentagrama sutil donde se bosqueja su melodía.
Colibríes invisibles escriben en el aire con tinta que sólo el alma reconoce.
Ya se sienten los susurros de Urano en Géminis.
Activa el sistema nervioso, inquieta el pensamiento,
pero también libera y salta cuánticamente.
Restaura puentes entre los hemisferios,
entre el intelecto y la intuición,
entre lo humano y lo sagrado.
Entre la noosfera, la conciencia individual y el verbo que las une.
con ese aire que conecta y desconecta simultáneamente, según como cada ojo lo quiera ver.
Esta luna —susurra el cielo— es umbral del lenguaje que aún no tiene nombre.
Pero para que la palabra cree,
primero hay que vaciarse del ruido.
Del exceso. Del pasado vencido.
De las voces heredadas que ya no resuenan.
De confiar en lo que nace desde dentro.
De escribir la verdad —aunque tiemble—
y dejar que lo verdadero despierte su forma.
Una espiral de viento recoge lo que sobra y lo devuelve al misterio.
Júpiter se despide de Géminis,
y deja el regalo de una nueva visión:
la expansión posible si confías en tu voz interna.
Pero con una condición:
no basta con entender, hay que encarnar.
Y si no se actúa, si no se elige, si no se alinea…
la mente se convierte en jaula.
Escucha lo que el alma quiere decirte.
No lo intentes entender del todo.
Respíralo.
Ponle palabra.
Muévelo en el cuerpo.
Es un momento para escribir.
Para hacer silencio.
Y para recordar que lo que pensamos,
cuando se alinea con lo que sentimos,
puede transformar la realidad.
Esta luna trae una pregunta:
¿estás dispuesta a contar tu historia como nunca antes?
Bendita sea la semilla con alas.
Bendito sea el lenguaje que nos está naciendo.
Bendito sea este tiempo incierto y extraño,
que nos entrega el presente como un don elástico, vivo, siempre naciente.
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✧ El Mago – Arcano I ✧
—Simbología—
Esta carta es una sinfonía de símbolos alquímicos, planetarios y herméticos. A diferencia de otros tarots, el Thoth presenta tres versiones del Mago (Magus), y esta —la más etérea y densa a la vez— nos introduce en la alquimia viva de la creación.
Mercurio es el arquetipo central: el mensajero, el puente entre mundos, el que transforma palabra en forma. Lo vemos en sus alas, en el caduceo, en el mono (su animal simbólico), en los instrumentos que levita. Su presencia no es terrenal: está en suspensión, danzando con los elementos, como quien conjura realidad desde el verbo.
La figura alada que sostiene el caduceo representa la conexión entre lo divino y lo humano. El caduceo es símbolo de equilibrio y transmutación: ida y vuelta, espíritu y materia.
La esfera solar en su cabeza resplandece: es el intelecto iluminado, la claridad que nace del vacío fértil.
La flor de siete pétalos en su centro: chakra coronario activado, inteligencia divina floreciendo.
La geometría del tetraedro: símbolo del fuego, del principio activo que da inicio. El Mago como encendedor del universo.
El mono con alas y los pies en el aire: Mercurio como el bufón sagrado, el que juega entre mundos, el que imita y transmite.
El cuenco, la pluma, la varita, la espada y el pergamino: los instrumentos del arte, del pensamiento, del lenguaje, del conjuro.
En conjunto, la carta es una arquitectura del verbo creador. El Mago no hace “magia” como truco: él es la magia en acto. Una fuerza de voluntad unida a la palabra, al símbolo, al gesto.
—Lectura oracular—
Aquí estoy.
Suspendido en la danza donde todo inicia.
No camino: floto. No toco: invoco.
Yo soy el entre —el puente, la chispa, la apertura.
Traigo en mis manos los lenguajes del mundo.
Soy palabra que toma cuerpo, imagen que respira,
símbolo que se pliega para revelarte
que tú también puedes nombrar lo invisible.
He aprendido que toda creación nace en el deseo,
pero se concreta en el ritmo.
Mi mente está clara. Mi voz está afinada.
Y por eso, cada cosa que nombro… sucede.
Si me has encontrado, no es por azar.
Es porque estás lista para conjurar tu mundo.
Para alinear tu voluntad con tu vibración.
Para pronunciar, al fin, la verdad que te habita.
Pero cuidado: este don no es para repetir lo viejo.
No copies fórmulas. No imites historias.
Suelta la lengua heredada. Escribe la tuya.
Y haz que cada palabra sea semilla.
Este es el momento de recordar:
Tú también eres magia en acto.
Tú también eres verbo creador.
Tú también puedes decir: Sea la luz.
Y verla encenderse.