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Hoy es viernes, día de Venus,
y la luna comienza a desaparecer,
volviéndose luna negra:
esa sabia que susurra lo que debe ser recordado
para cortar los hilos que aún atan al viejo mundo.
Hay una reunión ancestral
alrededor del fuego primigenio que Aries convoca.
Venus está siendo instruida
para su viaje por el pétalo de Aries.
Después de haber dibujado el pétalo de Leo,
donde reescribió sus relatos
y se enfrentó a su propio hechizo,
para recuperar su corazón,
ahora se prepara para un rol mayor:
convertirse en iniciadora.
Este pétalo la llevará a un inframundo
entre Sagitario, Capricornio y Acuario,
donde asumirá una nueva responsabilidad:
ser guardiana del fuego sagrado.
Hoy se abre la primera puerta del descenso.
Y en el círculo ya espera Quirón,
con su mirada de sal y fuego,
mientras la abuela Luna se acerca.
La abuela trae el secreto que abre el chakra del cielo:
la corona.
Porque para encarnar su verdad,
Venus debe cortar la fidelidad
a una forma de gobierno
que ya no le pertenece.
Quirón, el viejo maestro sanador,
le muestra su herida con el fuego y lo masculino.
No como reproche, sino como espejo.
Saturno está con un pie en el aire para entrar en Aries.
Neptuno abre un puente entre el cielo y la tierra.
Lilith desde algún lugar profundo gesta un plan.
Debe ser vasija y flor,
la que sostiene la llama
y la que derrama su luz.
Ahora, en el hogar de Marte,
comprende que él no es su adversario,
sino el más necesario de sus aliados.
Ahora puede ver que hubo una guerra interna.
Una guerra donde Venus se dividió de sí,
donde dejó de ser puente de la magia
para intentar ser columna, espada,
regente de un vacío que no es suyo.
Y así comenzó la confusión:
el dar sin dirección
la belleza que no sabe recibir,
la ternura transformada en exigencia,
la inspiración que busca poder.
Fuimos tejidas como hijas de un linaje confundido,
y ahora debemos deshacer el nudo:
niñas disfrazadas de mujeres que gobernaron en las sombras,
niños disfrazados de hombres grandes,
movimientos que, sin querer,
arrancaron al masculino de su lugar
mientras claman justicia distorsionando lo femenino.
Venus no quiere venganza.
Quiere verdad.
Se ha acabado el tiempo de la distorsión.
Es hora de devolver a cada uno su trono.
Venus como guardiana del fuego,
no para hacer lo que hace Marte,
sino para sostener la llama con presencia y belleza,
para ser canal de derrame y estímulo de la vida.
Cuando Venus se reconoce en su eje,
puede mirar a Marte sin miedo ni exigencia.
Se inclina ante su verticalidad sin rebajarse.
Y el deseo deja de ser guerra para volverse gozo.
El amor deja de ser demanda para volverse puente.
Y el fuego, ese que antes quemaba,
ahora guía.
Por aquí, ha cambiado el viento.
Y hemos entrado, silenciosamente,
en un nuevo escenario de realidad.
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En este primer umbral, la diosa inicia su despojamiento. No se trata aún de quitarse adornos, sino de un velo más sutil: el de su conexión con el sentido superior de sí misma, con esa corona espiritual que definía su vínculo con la vida.
Este portal, vinculado al chakra corona, habla de la manera en que Venus se une al cielo, a la visión que sostenía sobre su lugar en el mundo, a un propósito que hasta ahora la guiaba desde lo alto.
Pero en Aries, ese propósito arde: se tiñe de impulso, de autonomía, de fuego primordial. Es la chispa que quiere encarnar un nuevo Yo.
El descenso comienza cuando Venus renuncia a esa forma antigua de guiarse.
No es que pierda la corona: es que se quita la que ya no le pertenece. La que heredó sin cuestionar, la que la moldeó para brillar de cierto modo, la que dictaba cómo liderar su vida y sus vínculos.
Y en esa renuncia, la luna corta antiguos hilos, abre la ceremonia silenciosa y revela la matriz del deseo original, el primer impulso que nos trajo a la encarnación.
El chakra corona se entrelaza con el fuego base.
No hay más arriba y abajo. Todo se vuelve canal.
¿Para qué estoy aquí?
¿Desde dónde recibo la vida?
¿Qué gobierna mi apertura?
Se inicia entonces un vaciamiento suave, inevitable, de ideales prestados, de lealtades al “deber ser” espiritual.
Venus deja de obedecer al mandato astral para comenzar a recordar, desde el cuerpo, la verticalidad sagrada que la trajo al mundo.
𓁿
Pronto presentaré los mapas del viaje de
Venus en el pétalo de Aries
y seguiré alumbrando su travesía.
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