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Por aquí dejo un compartir que hicimos en directo Blanca Puebla, Lucía Cervera y yo para abrir un evento programado en Tarifa para final de mayo.
Hablamos de varios temas interesantes alrededor de uno de mis laboratorios de investigación favoritos: La danza eterna.
La vida se abre paso recorriendo nuestros cuerpos a través de los chakras o centros de gestión de la energía: de arriba a abajo para después hacer el camino invertido de abajo hacia arriba. Ser humano es combinar lo animal y lo divino.
El puente es el corazón, nuestra morada, y ese lugar desde el cual pulsa el latido generando nuestro campo electromagnético. Desde allí habitamos la vida en esos momentos de amor absoluto donde todo lo que forma parte lo sentimos perfectamente bien.
Pero cuesta habitar la vida desde allí otra gran parte del tiempo, ya que vivimos bien a la parte instintiva animal (los 3 chakras inferiores) o bien desde la conciencia del ego (los chakras superiores).
Vivimos como humanidad un gran atasco entre tercer y cuarto chakra (Manipura y Anahata), plexo solar y corazón. Estos chakras están asociados a las funciones de Marte y Venus, y ese atasco es uno de los principales oscurecedores de ese baile entre ambos.
Si vivimos desde el miedo, desde la necesidad o desde la imposición, no se va a poder abrir ese puente hacia el corazón y el amor absoluto.
Vivir Marte o lo masculino desde y para el amor es poner mucha conciencia en el lugar y el destino desde donde nacen los deseos y en la proyección de esa flecha para direccionar la energía. Mientras esa flecha no salga desde un lugar amoroso y confiado va a ser difícil llegar al corazón.
Para detonar una bomba que destruya ese obstáculo entre plexo y corazón debemos abandonar el miedo como motor y abrirnos con confianza a la perfección de la vida.
Cuando estamos en el templo sagrado del corazón sentimos claramente que no hay nada de que protegerse pues la vida no sólo nos sostiene sino que ademas es muy explícita dándonos en cada momento lo perfecto para la evolución de nuestro espíritu y nuestra alma.
Debemos aprender a acompañarnos a nosostros mismos para cuidar la vida desde el amor y no intentar controlarla porque ahí esta ese miedo del que brota la carencia.
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