¿Cómo me tengo cuándo me abro?
Habitarse y tenerse para gozar todo lo de fuera.
Permitirse y dejarse ser para disfrutar de lo que los otros tienen.
Rendirse con devoción a la perfección de cada realidad manifestada.
Ya no encuentro la diferencia entre lo que creo ser y todo lo que me pasa.
Quizá no sé adónde voy, pero cada vez siento más claridad en el lugar desde donde me muevo, y como es el campo energético que desde allí convoco para generar realidad.
Una nueva mirada nace de un interior muy profundo, de un pasado remoto que no deja de latir en cada presente. Una mirada que quiere equilibrio y armonia entre lo de dentro y lo de fuera. Integridad espiritual. La magia saludable de saber darle un espacio creativo a todo lo que pulsa la vida interior.
Cualquier código que necesite el amor solo señala los obstáculos que atravesar para llegar a Él.
El amor lo abraza todo.
Siempre podemos mirar los vínculos de cualquier tiempo con ojos nuevos, y descubrir la magia de cada una de las constelaciones que encarnaron. Los vínculos son eternos y sólo puede morir la forma de concebirlos.
La vida se está encargando de limpiar los instrumentos que encarnamos para que después cada conciencia se encargue de afinarlos. Los enredos se hacen insostenibles pues la vincularidad gana una dimensión superior con una ligereza de tal magnitud que ensancha y reconstruye los espacios seguros y de intimidad.
El amor es como la luz y debe traspasar el templo de arriba hacia abajo, como el cielo penetrando a la tierra. El camino que empieza desde abajo suele quedarse atascado y no llega a Dios. Desde arriba el viaje abre un portal de conexión que de una manera u otra termina iluminando todo el bajo fondo.
El estado de gracia no es fortuna, es una decisión elegida y un estado de conciencia.
Cualquiera de nuestros templos son tierra fértil con amor y cuidado.
La vida no crea problemas, solo crea soluciones.
Dios no desordena, solo busca un orden superior.
Cada presente es abundante y pleno.
Arte: she_is_luminous
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