Luna negra en Escorpio y nueva en Sagitario

Venimos de varias lunas negras de mucha suavidad, dadas en Virgo y Libra, y con Venus desvistiéndose mientras camina su viaje al inframundo. En esta última luna negra en Escorpio cambió el tono de este tránsito a algo más espeso y comvulso. Quizás en esta inmersión, quitarse la máscara de una mujer que ya no nos representa es la parte que más cuesta.

El pasado fin de semana fue la primera visita de la luna a Escorpio tras la limpieza que allí se produjo en la temporada de eclipses. Y precisamente Venus, iba a tener que sostener esa sacudida necesaria para despojarse de otra capa del hechizo.

Encuentros y desencuentros vinculares venían para mover el fondo de la conciencia, provocando un maremoto emocional interno, removiendo el lodo del subsuelo, y nublando la mirada. Ahogo y de bajada de frecuencia serían necesarios para desplegar esa reacción de fuego que energiza y transmuta.

La prueba radicó en la capacidad de autogestión emocional para no ser devorado por el miedo, pues cada uno es responsable de lo que siente, lo que se le mueve, y el tamaño y lugar que se le da.
La proposición alquímica trae como regalo soberanía tras ese proceso de desintoxicación consciente.

Para esa alquimia es imprescindible aprender a ver a cualquier otro aparentemente externo que provoca la catarsis, como un regalo de la vida que nos muestra donde está la mierda propia que debemos limpiar, y a su vez, como un instructor de buceo en la gestión emocional.

Cada pacto álmico está diseñado para detonar bombas con la potencia de romper hechizos.

Cada reconocimiento de una perversión propia es portal para un salto de conciencia.

La plenitud yace a la espera del vacío, mientras otra muerte más anuncia otro renacimiento.

Cada impacto en el cuerpo emocional es la fuente de energía para el nuevo viaje que comienza la flecha hacia una visión que aún no es ni visible, aunque huela a confianza divina.

Y no hay trabajo que hacer, solo darse cuenta, silencio para escuchar la voz interior y tiempo para que todo se siga reordenando.

Arte: Marta Syrko