Oxígeno en las profundidades
La salida del túnel en el que entré caminando, salía en una profundidad acuática, obligándome a bucear mares internos que exigían calma para ahogarme. Y una ligereza que la vida se iba a encargar de darme a base de desintegrar materia que en otro momento me sostuvo pero que ahora era un lastre que no me permitiría avanzar.
La dimensión acuática había sufrido un proceso de limpieza que ahora me hacia ver la dimensión material con otros ojos. Paradójicamente la salida estaba en aquel hueco que desde fuera parece el más oscuro de los callejones sin salida, pero que en realidad es sendero a unas entrañas que están llenas de tesoros, y a la vez son salida a Dios, aquella sustancia donde no hay diferencia entre todo lo demás y yo.
Lo único que podía enturbiar mi navegar eran residuos propios que fueron cayendo al fondo de mi conciencia y que necesitaban calma y ser vistos para integrarse y clarificar mi visión.
En aquel eclipse la luna salpicó de sangre a Júpiter y Urano, iluminando desintegración y vacíos. También sangraban unos cimientos ideológicos que no iban a poder sostener lo que vendría sin un salto cuántico.
Ahora el Sol montado en la flecha busca nuevos sentidos en nuevos horizontes y con la necesidad emergente de organizar la información desde verdades que no se pueden alojar en el intelecto.
Aunque se me siguen quedando partes por el camino estoy disponible para seguir con el entrenamiento para lo que se viene, donde el vacío parece ser el único bloque de construcción de nuevas realidades plenas.
La incomodidad sólo es una posibilidad expansiva mientras observo las elucubraciones de mi mente pequeña que a veces cree equivocarse desde la certeza de una manifestación divina donde no hay error, sólo amor.
El más allá está más acá aunque la mente sólo puede fracasar en su intento de gobernarlo.
Cada ser ama como fue amado hasta que puede salir de su propio hechizo.
Cada ser comunica todo lo que no pudo comunicar de niño.
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