La flecha que despierta y la danza de fuego
La iniciación de Venus y el nuevo lugar de Marte
La flecha que despierta
Marte ha puesto el primer pie fuera de su zona de sombra, entrando por fin en territorio nuevo. El guerrero confundido que se perdió en un abismo interior ahora vuelve —aunque no lo sepa— como un sabio chamán templado. Quizá allí está el mayor maestro, en la templanza del que cree no serlo.
El fuego deja de vivirse desde atrás para prender solemne en el presente.
Lo que estuvo en pausa —el deseo, el impulso, la dirección— empieza a avanzar, aunque lentamente y sin una claridad que acomodaría. Pero no lo hace desde la urgencia de antes, sino desde una voluntad más depurada. Aunque quede un sabor a desconcierto, huele a resiliencia y confianza en lo que viene. Las frustraciones somatizadas se volvieron posibles puertas liberadoras. La prisa se volvió mesura.
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Camino hacia el cuarto creciente en Leo
La luna se encuentra con Marte en Leo después de estar siguiendo sus huellas por allá por donde retrogradó. Es como una madre que viene a recordarle la importancia de sentir lo que se hace, y no de sentirlo mucho, sino de sentirlo bien, íntegro y no corriendo, fuerte pero no desmesurado. Y sí, hay mucha necesidad de expresar lo que habita dentro, hay una urgencia creativa incómoda que se puede volver frustración si no se le da tiempo al tiempo. Paciencia y confianza en cada presente.
El cuerpo emocional toca la memoria y empatiza con aquel rastro. Se activa ese pasado reciente, pero no para revivirlo, sino para terminar de soltarlo. Es como si la piel reconociera lo que dolió, lo que se contuvo, lo que no se dijo.
Somos como un fuego que prende poco a poco. La madera está mojada y le cuesta arder. Paciencia. Y que no le falte el aire para que no se ahogue. El fuego siempre termina encontrando su camino.
Plutón y Lilith como guardianes de la salida del inframundo
Tras su contracción Marte acumula mucha energía retenida, y por una parte quiere salir disparado como un cohete pero Plutón, el dios sin rostro, le impone el suficiente respeto como para no hacerlo tan a la ligera. Quiere que su fuego tenga sustancia, y que no sea reactivo. Lo confronta con sus polaridades, la omnipotencia y la impotencia para que se dé cuenta que ambas son nocivas en la expresión fogosa. Al igual que la represión o imposición. Son malos negocios para la gestión del fuego en la conciencia.
La escena la complementa Lilith limpiando la posible suciedad adherida al fondo de la conciencia. El símbolo completo es intimidante y se tatúa en cada cuerpo. La sobrecarga de las diferentes variables someten a la materia corporal, aplastándola. Cansancio, desconcierto, dolor de cabeza, mucha irradiación sostenida. Que el agua limpie la electricidad del ambiente. Bendita esa madera mojada que puede calentarse poco a poco.
El fuego es presente puro. Necesita su espacio y su tiempo. Todo lo que no encuentra su lugar va a terminar expresándose en sombra, con violencia, o proyectado. Y quizá la más grande de las perversiones sea la represión, pues ¿quién soy yo para frenar aquello que nace en un latido de la vida? Cuando eso pasa me meto en problemas porque niego la vida y en vez de ser su soporte me convierto en su verdugo.
Entonces, ¿dónde esté el punto medio? ¿Cómo le doy lugar a todo lo que late haciéndome responsable? ¿Cómo evito actuar desde la reacción?
Encuentro un camino en la respiración, en respirar el fuego para que no salga desbordado. También convierto a la tierra en aliada. Tengo que hacerle espacio en el cuerpo. Y me lo llevo al agua. Sentir lo que me trae puede señalarme las compuertas de aquellas cosas que fueron ahogadas por no saber cómo jugarlas.
Cuando me respiro mi enojo integrando y asumiéndolo todo parece abrirse un portal. Una puerta hacia otra posibilidad expresiva. Más creativa, más allá de la reacción, y aunque no cura nada, alivia como un suspiro y me devuelve a mi.
El deseo como revelación
Hay mucha luz tras este impacto energético tan intenso, pues la flecha que despierta va cargada de mucha verdad y vacía de todo lo demás. El momento sigue exigiendo paciencia aunque ahora lo importante es la integridad de cada paso. Pase lo que pase. Venga lo que venga. Presencia íntegra en cada movimiento para no ser devorado por la sombra del fuego.
Venus reaparece con las potencias de un avatar sacro. Vuelve de una misión que la llevó a sublimar memorias, a reunirse con sus abuelas, a consagrar pasados, a convertirse en hechicera. Ya no es la misma de antes.
En sus primeros pasos por el pétalo de Aries, sigue puliendo su maestría del fuego, después de completar el pétalo de Leo. Atraviesa el útero cósmico con Neptuno. Naciendo bendecida. Y codificada para abrirse a algo trascendente, a que su deseo se convierta en brújula visionaria. Aceptando perderse de su ego como único camino para reencontrarse.
Su aparente retirada confunde. Está tan abierta a la vida que parece estar cerrada, contraída. Una mirada a sus adentros la hacen darse cuenta que el mundo es más grande por dentro que por fuera. Yace como una flor escondida que decide mirarse hacia dentro, a través del tallo, y termina encontrándose con Marte. El espejo de su verdad la enmudece mientras algo se gesta en ella.
Algo en ella se revela.
La flor que se abre atraviesa el fuego: no como víctima, sino como iniciada.
Nuevos comienzos en lo vincular —empezando con el vínculo con una misma—, permiso para sentir deseo sin culpa, para querer sin tener que justificar. Es una Venus chamánica, sin disfraces. Que desea como un acto de revelación.
La nueva danza de fuego
Algo se ha encendido en el cielo. No con estruendo, sino como una chispa sutil que marca el comienzo de nuevas espirales iniciáticas.
Se revive la sensación de la memoria más antigua de abrirse por primera vez al misterio, con la motivación y la incertidumbre de salir a un escenario nuevo.
El baile entre Venus y Marte se recrea como una danza de fuego, un fuego revelador y maestro.
Marte es el tallo consciente que conduce energía pura.
Venus es el néctar sagrado que quiere volver a derramarse.
Marte sostiene la dirección. Venus enciende la forma.
Para desear sin disfraz, para florecer desde la llama.
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Mayo no es solo un mes: es un portal energético que pulsa fuerte.
Una apertura donde comienzan a moverse piezas clave del año.
Todo lo que estaba latente empieza a revelarse.
Todo lo que parecía disperso encuentra dirección.
Este es un umbral para actuar con visión, desear con el cuerpo, crear con propósito.
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El fuego quiere brillar limpio.
Y así poder sostener. Guiar. Abrir.
El momento —silencioso pero nítido— está diciendo:
ya puedes empezar de nuevo.
Cuando el fuego alumbra el alma,
se recuerda lo esencial:
el Amor es la materia prima del Universo.
Desde allí fluimos con sentido y sanación.
El verdadero éxito
es el compromiso con la evolución del alma.
Y la paz —esa que no necesita aplausos—
es el gran propósito.
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