¿Preparados para la inmersión?
Emerge un nuevo equilibrio en un punto desequilibrante. La inestabilidad parece ser un nuevo soporte donde acomodarse.
La energía contraída genera una intensa sobrecarga con la misión de rasgar tejidos, llegar a lo profundo e iluminar tinieblas. Abrir brechas y oquedades que faciliten derramamientos de aguas estancadas.
Las chispas de luz deben llegar a las partes más sombrías, al corazón de cada núcleo para desde allí prender para proyectar su expresión fuera.
Cada miedo es un constructo mental que indica su propia puerta de salida.
Se suelta la antigua zona de confort de un viejo hogar con una pseudoemancipación obligada que quiere llevar los hechizos a otro nivel del juego. Los códigos deben actualizarse de nuevo para romper inercias. Reina la certeza de acompañar la vida sabiendo que no se puede controlar nada.
Se navega a un rumbo desconocido que se va creando con la intención de cada paso, y donde paradójicamente solo sostiene el pie que aún no se ha apoyado y que se aventura al abismo con un acto de Fe y confianza ciega. El territorio del pie que va quedando atrás se hunde antes de tocar tierra con el pie que avanza.
Somos el horizonte de sucesos, una liminalidad constante entre lo que fue que ya no es y lo desconocido que viene. La ilusión de un límite que parece separar pero que realmente une como un pegamento.
La redención a los planes de Dios no admite como opción el error. El ciclo preecliptico prepara la vida para entrar en el túnel que conduce al fondo de la marea.
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