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Los eclipses no se entienden del todo mientras los atravesamos.
Son portales: oscurecen y revelan, detienen y aceleran, pero siempre forman parte del ajuste de una trama mayor, de un desarrollo que traspasa y conecta el alma y la materia.
Virgo–Piscis —el eje de la sanación y la existencia—, nos recuerda que estamos aquí para cerrar pactos antiguos y abrirnos a una vida renovada.
El túnel entre eclipses es un espacio donde todo se intensifica, se mueve, se cambia, y este en concreto sintetiza como un fractal la esencia de 2025.
Un año de numerología ‘9’, de finales y comienzos, y en estas dos semanas se aceleran las lecciones: lo que se va, lo que florece, lo que aún necesita orden.
Quizás lo notes como cambios visibles y concretos en tu vida, pero gran parte del movimiento sucede en lo invisible: en la energía, en lo emocional, en lo mental.
Estamos sembrando un terreno que se consolidará en los próximos meses y que tendrá su gran eco en febrero y marzo de 2026.
Saturno ha regresado a Piscis, recordándonos la paciencia y la madurez que requiere el espíritu encarnado.
Urano, retrógrado, nos invita a recapitular, a volver al origen para actualizar partes de nosotros que habían quedado varadas.
Puede que encarnes la sensación de que te perdiste en algún momento olvidado, activando la melancolía de la memoria de lo que ya fue.
Todo lo que no somos se está cayendo para que podamos ser más plenamente quienes vinimos a ser.
El 10 de septiembre, el Sol se unió al Nodo Sur en Virgo, iluminando las capas ocultas de la exigencia y del control.
Las partes sombrías de Virgo quedan en evidencia mientras son evacuadas por el desagüe de la existencia quedando a la merced de la medicina de Piscis: la confianza en el orden superior.
Este tránsito nos pide cortar por lo sano, dejar atrás inercias que drenan nuestra energía y reconocer un lugar interior que susurra: eres suficiente.
Se me revela la inercia como muerte, como inerte, y su raíz etimológica me susurra su secreto: un movimiento conocido y repetitivo que deja de ser sostenido por la vida.
Virgo a veces nos empuja al sobreesfuerzo, a la obsesión por el detalle, pero este momento nos abre a la limpieza, tanto externa como interna: ordenar cajones, soltar peso, despejar la mente y el corazón.
La luz crística de Virgo purifica estando al servicio de la vida sin intentar controlarla. Virgo se limpia como en un bautismo con el agua oceánica pisciana.
Lilith está muy activa esta semana, haciendo cuadraturas y sextiles al Sol, Venus y Mercurio, mientras sigue limpiando el fondo de la conciencia en Escorpio.
Su presencia nos recuerda que hay un origen silvestre en nosotros, un pulso que no se ajusta a las normas y que ahora quiere liberarse.
Este es un momento de sanación ancestral. No importa si desconocemos detalles de nuestro árbol familiar o de nuestras culturas de origen: la memoria está en nuestros huesos y nuestra sangre.
Hemos sido rezados por quienes vinieron antes para liberar y transformar, para no cargar más con lo que no nos corresponde.
Poner límites puede incomodar. Puede despertar reacciones en el entorno. Pero cuando algo dentro dice «hasta aquí», la vida nos pide atravesar esa incomodidad para que se reordene nuestro sistema.
Eso que a ojos externos incomoda y si se hace desde el amor, es nuestra consagración rezada por nuestros ancestros.
El cazimi de Mercurio con el Sol en Virgo trae un destello de claridad, como una luna llena para la mente que se entrelaza con un océano de incertidumbre y confusión.
Algo sembrado en el último retrógrado empieza a dar frutos: comprendemos, hilamos sentidos, abrimos la cortina y vemos lo que estaba detrás de ella.
La conciencia nos da agencia: poder personal para responder de otra manera, para no repetir patrones.
Esto es un despertar espiritual, una lucidez que ordena lo caótico y nos devuelve a lo esencial.
En medio de tanta intensidad, Júpiter en Cáncer ofrece un bálsamo que nos recuerda la bendición de la memoria y del futuro ancestral.
Nos pide honrar el agua: la que bebemos, la que corre en ríos, la que circula en nuestro cuerpo. El líquido amniótico del que venimos.
El sentido está dentro, muy adentro, en las raíces y en el estómago. Allí está ese ángel de la guarda disponible que nos invita a abrir fronteras y traspasar horizontes internos.
El sextil entre Venus en Leo-Virgo y Marte en Libra, nos regala una corriente de creatividad y unión de opuestos.
Venus se despoja de todo para entrar en su inframundo. Desde el Gran Arriba hasta el Gran Abajo, la Reina de los Cielos empieza su período de purificación.
Marte encarna la presencia del final de su ciclo por Escorpio. Solemne y claro conduce su flecha sin saber a dónde se dirige pero si desde donde va.
Es un diálogo fértil entre lo femenino y lo masculino, entre el impulso y la receptividad, para dar forma a algo nunca antes hecho.
Las palabras, las ideas, los gestos nacen con fuerza. Este es un tiempo para nombrar lo innombrado y sembrar desde allí sanación y belleza.
El 14 de septiembre, con el cuarto menguante en Géminis, el cielo nos invitó al silencio interior, a cuidar la higiene mental y escuchar el diálogo que se da dentro de nosotros.
El segundo eclipse, la Luna nueva en Virgo, será la semilla que sigue a esta limpieza. Lo que hoy soltamos prepara el terreno para esa nueva siembra.
En este tiempo se nos pide devoción, disciplina espiritual y confianza.
Estamos entre mundos, en medio de lo que muere y lo que germina. Y aquí radica nuestra tarea: cuidar la energía, escuchar al espíritu y florecer al más alto propósito de nuestra encarnación.
Somos frágiles y eternos a la vez, que el agua nos enseña tanto a llorar como a renacer.
Estamos siendo llamados a ordenar, soltar, cantar, crear y confiar.
La guerra florida es interior, y la travesía no es en soledad: nos tenemos los unos a los otros, nos debemos al alma, nos debemos al misterio.
Fluyamos con confianza. Sembramos en nuestro corazón la semilla de un nuevo servicio, un nuevo propósito. Y confiemos en que la comprensión siempre llega en el momento exacto.
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“Que este eclipse nos encuentre con el corazón abierto, entregados a las aguas que limpian, y que al otro lado de la marea podamos renacer más livianos, más verdaderos, más nuestros.
Que cada lágrima derramada se vuelva semilla de vida nueva.”
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