El inframundo de Marte
Todo se tensa en el cuarto menguante.
Los cuerpos celestes crujen.
Todo duele antes de parirse.
Re-encantando el fuego.
Todo parece ir con Marte.
Hay una herida ardiendo bajo la piel del cielo.
Estamos transitando un pasaje de alta intensidad. Las tensiones celestes no son metáforas: son pulsos que atraviesan la carne, memorias que se activan, deseos que tiemblan por expresarse y estructuras internas que ya no contienen. Algo dentro —y fuera— está por romperse para poder nacer.
Marte, recién ingresado a Leo, está en oposición con Plutón en Acuario.
El guerrero quiere avanzar, mostrar su luz, ser deseo en movimiento. Pero antes de dar ese paso, Plutón —Dios de las sombras— lo detiene con su mirada implacable y le dice:
“No puedes encenderte sin antes quemarte.”
No se puede avanzar sin antes mirar lo que aún no fue transformado.
No se puede ser libre si no se da muerte a lo que ya no vibra.
Plutón viene a recordarle que cuando cree no poder más, claro que puede. Queda lo más importante. Romper el umbral de su sombra en la agonía previa a su renacimiento.
Marte viene de su inframundo, de haber descendido a las aguas emocionales de Cáncer, donde fue llamado a revisar las raíces del deseo, las heridas del niño que aprendió a apagar su fuego para ser aceptado. Está cansando, pero habitado por una potencia renovada. Como si el fuego, en vez de extinguirse, hubiera encontrado oxígeno en las profundidades. En el desgarro que antecede a la reintegración de la flecha que ya quiere encarnar.
Su cuerpo está marcado por los tatuajes de las memorias que antes escondía. Quiere mostrarse. Quiere gritar. Pero aún tiembla. Vuelve a Leo con otra conciencia, más maduro, pero aún en proceso. Aún ardiendo. Un fuego que arde dentro y que quiere salir afuera.
Pero ese fuego, si no encuentra cauce, quema desde adentro.
Por eso, necesitamos darle un lugar a Marte, no como destructor, sino como protector.
Como esa fuerza que marca el límite, defiende lo sagrado, sostiene lo verdadero.
Marte quiere encarnar en nosotros no como violencia, sino como dirección clara, como deseo que impulsa y protege la vida que quiere florecer.
Y como si esta oposición no fuera suficiente, el Sol en Tauro forma cuadraturas a Marte y Plutón, y una oposición a Lilith en Escorpio. El corazón del cielo se tensa. El cuerpo busca estabilidad, pero es atravesado por una energía subterránea que clama por ser escuchada. Una gran cruz cósmica en los primeros grados de los 4 signos fijos viene para terminar de cambiar lo incambiable.
Lilith —la voz exiliada— se alza como un grito ancestral para desgarrar el velo.
No desde el silencio, sino desde el enojo de lo que está al margen y quiere ser visto. Desde el deseo de justicia. Desde las partes acalladas que ahora no se contienen. Lilith nos enfrenta con lo que reprimimos por supervivencia, por educación, por cultura. Nos pone frente a la versión salvaje, oscura, instintiva, de nuestro propio poder.
Cuatro cuadraturas. Dos oposiciones.
El cielo es un tambor que pulsa desde dentro.
Fuego y fango. Rabia y potencia.
Cómo verlo para no proyectarlo.
Cómo encarnarlo para que no nos consuma.
Quizá no se trata de resistir.
Sino de seguir dejando caer las máscaras.
De liberar los fantasmas que nos quedan escondidos.
De mirar lo que nos oprime para ver como nos oprimimos.
De reconocer que el “enemigo” ya no está afuera. Que vive dentro, bajo una vieja forma.
Este es un llamado a recuperar la fuerza de la autenticidad, a dejar de jugar el juego del ego que quiere agradar, complacer, encajar, y volver a lo esencial:
¿quién soy, debajo de la defensa?
¿quién serías si dejaras de tener miedo de tu propia potencia?
Hay un fuego que no quiere quemar por rabia.
Quiere encender la verdad.
Esa que se muestra sin adornos, que nace del cuerpo y no de la mente, y que sólo puede florecer si antes nos atrevemos a descender, y volver a romper el tejido que nos gestó y que ahora nos ahoga.
Este tránsito es crudo, sí.
Pero también fértil.
𓁿
Desde este espacio-tiempo nace una llamada.
Todavía no es un anuncio.
No es una oferta.
Es un umbral.
Voy a abrir un espacio compartido
para salir del inframundo de Marte.
Para quienes sientan que su fuego interior necesita volver a encarnarse.
Para quienes no quieran seguir apagándose para encajar.
Para transformar la furia del guerrero en aliado protector.
Para quienes sientan que esta tensión no es un problema, sino una invitación.
Para reencantar el fuego.
Para redirigir la flecha.
Pronto… más detalles.
Hoy, solo presencia
y a seguir a la escucha del llamado que coge forma,
que arde en el cuerpo
como una promesa antigua.
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