El ciclo que nace en Leo, se tuerce en Sagitario y se culmina en Piscis para soltar algo de Géminis
Una conciencia que cierra los ojos y se cae en un sueño profundo dándole descanso a todo lo vivido. Otra conciencia que despierta y que cuando se mira en el espejo descubre no se reconoce como la misma. Descubre que aquel profundo sueño era una muerte, y que está obligada a redescubrirse de nuevo desde su vacuidad.
Un cuerpo que ya no es contenedor de la misma persona y donde se escuchan los ecos de las voces de las memorias que quedan en los órganos del huésped anterior.
Una conciencia que renace y cuyo nuevo orden propone el salto de un precipicio que está más allá del último horizonte.
Una invitación a buscar un parapente o a desplegar unas alas. La necesidad de tocar por última vez el suelo y poder mirar el mundo tras el salto.
La importancia de soltar cualquier entendimiento que un día dio sentido y paz porque ahora no sirve.
Un destino que irá disolviendo todo lo que fuimos y una entrega total para seguir navegando en un océano que es mucho más dócil en una redención en la que no preside el miedo y donde no se intenta controlar nada.
Una realidad que no puede estar indiferenciada de los sueños. La magia de los obstáculos que Dios crea para elevarte y la magia que sale de cualquier boca que cree no saber de magia.
La posibilidad de abrir espacio a una nueva comprensión basada en el intercambio de información que produce cada movimiento, no solo siendo observador sino más bien todo lo observado.
Todos los que hemos sido y seremos quieren ser ahora simultáneamente. Todos quieres un lugar donde descansar en el mismo avatar. Todos son piezas necesarias de lo que es.
La incomodidad es directamente proporcional al grado de resistencia. La dicha es proporcional al grado de entrega. Epifanías que te cambian para siempre.
Un ciclo que empieza con el nacimiento de un nuevo ego para ser disuelto inmediatamente después. Una flecha que sale disparada hacia el caos para encontrar el nuevo orden.
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