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La luna nueva ya se deja ver hace unos días, reflejando en un hilo la nueva luz post eclíptica. El 21 de septiembre de 2025 el Sol fue eclipsado en el grado 29 de Virgo, haciendo nacer un ciclo que anuncia finales y comienzos.
Aunque el eclipse ya pasó, estamos en el eco del terremoto que ha supuesto: habitando ese desorden que abre paso a una nueva organización de la realidad.
Sensación de cansancio y desajuste. Somos tomas de tierra que vehiculan la sobrecarga de información del cielo en la materia.
Para nacer de nuevo, primero hay que atravesar una pérdida, un corte, una ofrenda. Es tiempo de morir a una identidad egoica que ya cumplió su ciclo, para permitir que algo nuevo florezca.
En un eclipse de Sol, la luz de la conciencia es moldeada por su propia sombra reflejada en la Luna: lo emocional e inconsciente.
Por un instante, la parte interna se impone y oculta la solaridad; lo inconsciente toma el mando.
Lo proyectado se delata como propio, mostrando torpezas que necesitan ser asumidas para actualizar el pacto entre el Sol y la Luna: entre nuestra identidad e identificación, entre nuestro vínculo interno y, por reflejo, los vínculos que jugamos afuera.
En este rito de paso todo se intensifica: lo visible y lo invisible, lo que soltamos y lo que comienza.
Se siente abrumador y mágico a la vez. Surgen sincronicidades, encuentros del alma, señales que nos recuerdan quiénes somos y a qué vinimos. De eso se tratan los nodos lunares: de alinearnos con el llamado evolutivo de nuestra alma.
El eclipse ocurrió en el grado 29 de Virgo, ante las puertas de Horus; en el punto de cierre y maestría de un signo.
Aunque es Luna nueva, el sabor es de cierre kármico. Es el momento de reconocer patrones dañinos, ajustar lo que no funciona y sembrar nuevas oportunidades desde una conciencia más madura.
Virgo nos habla de servicio, purificación, detalle y devoción. El eclipse nos recuerda que la salud no es solo física, sino también mental, emocional y espiritual.
Este eclipse se da justo antes del equinoccio, por lo que inaugura un ciclo de tres años que se irá desplegando en solsticios y equinoccios: un llamado a sincronizarnos con el tiempo de la Tierra y de las estrellas.
Marte en Libra y Venus en Virgo en sextil nos invitan a trascender la sombra del sacrificio (Virgo) y la indecisión o agresión pasiva (Libra). El servicio verdadero no nace de perderse en el otro, sino de ser auténticos en nuestras relaciones.
Mercurio al final de Virgo en oposición a Saturno en Piscis nos confronta con los límites de la palabra. La enseñanza: ser responsables con nuestra comunicación, hablar desde la experiencia, integrar lo lógico y lo intuitivo.
Mercurio entra en Libra y activa cometas cósmicas en diálogo con Plutón, Urano y Neptuno. Son configuraciones de elevación y creatividad, como un upgrade de conciencia, nuevas rutas neuronales que se abren a través de la mente, la palabra y la comunicación.
Venus ingresa en Virgo y en seguida hace cuadratura a Urano. Esto sacude patrones en relaciones, economía y autoestima. Es un llamado a reconocer nuestro verdadero valor y despertar la humildad que brota al sabernos fragmentos de lo divino. Esencia crística que evoca a María Magdalena y abre las puertas a la dimensión absoluta del amor.
La geometría que dibuja el cielo en este momento tiene una matemática fascinante y única.
Una cometa cósmica direcciona todo como una flecha hacia el útero cósmico, donde se encuentran Saturno, Neptuno y el nodo norte. El arco lo forman Plutón y Urano, quienes acompañan y fuerzan el movimiento. El gatillo disparador es el propio eclipse que, junto con Mercurio, se convierte en la flecha que apunta hacia la trascendencia.
Venus y Marte yacen uno a cada lado del eclipse como motores activos que encarnan en su baile todo lo que está sucediendo en el cielo. Juntos, con la cometa, forman un gran pentágono creativo y dinámico.
El gran trígono entre Plutón y Urano lanza a la conciencia al nuevo nacimiento en esta era de aire, tras el fin de la materia.
Virgo es el signo de los sometimientos conscientes y Piscis el de los sometimientos inconscientes.
Este eclipse en Virgo nos invita a revisar cómo organizamos nuestro día a día y hasta qué punto somos esclavos de la materia, de nuestras rutinas o incluso de nosotros mismos.
Podemos tener hábitos saludables, rutinas de orden o trabajo constante… pero si olvidamos escuchar a nuestro niño interior, podemos seguir viviendo en esclavitud interna.
Este eclipse ilumina esa trampa de Virgo: la tendencia a ordenar lo externo sin atender lo interno, situación que solo trae más desorden.
La clave está en integrar el eje Virgo–Piscis, cuidando tanto el cuerpo físico como los mundos emocionales y sutiles.
Saturno y Neptuno acompañan como doulas este nuevo nacimiento y custodian el portal a una nueva dimensión.
Frontean el útero cósmico —último grado de Piscis y primero de Aries—, uno a cada lado ese umbral donde todo termina y todo comienza.
Su misión es el acompañamiento con presencia profunda y saber silencioso: ser testimonio vivo de un tránsito donde lo frágil se abre y lo eterno se revela.
Recuerdan al alma, a través de la escucha de cuerpo- portal. Sostienen al fuego que ilumina. Hacen de puente entre lo sagrado y lo humano, la biología y el misterio.
Saturno, desde el final del lado antiguo, exige maduración y responsabilidad con lo que se convoca desde la memoria del alma.
Dice no a lo que ya no es.
Ajusta y colapsa al ego para abrir espacio a la amplitud del ser, y le ofrece la posibilidad de liberarse de culpas y heridas primigenias.
Neptuno, en el punto 0 de la creación, disuelve certezas y exige soltar el control. Invita a aliarnos con la confianza, a rendirnos al misterio de la vida y a recordar lo sagrado en lo cotidiano. Pone al guerrero interior al servicio del alma.
Ambos abren el espacio para un silencio necesario en este rito de paso con humildad y conciencia de unidad.
Un rito de paso es un umbral sagrado.
Un instante en el que la vida se interrumpe para dar un salto: ya no somos quienes éramos, todavía no somos quienes seremos.
Es el vientre del misterio, donde lo conocido se deshace y lo nuevo comienza a latir. Allí la identidad se quiebra como cáscara, se desnuda, se rinde, para permitir que emerja otra forma, otro nombre, otra piel.
El tiempo deja de ser lineal y se vuelve circular, mítico, iniciático. Se abre un portal donde lo humano y lo divino se encuentran y emerge la memoria viva de que estamos hechos para cambiar.
Cada tránsito, aunque duela, es una ceremonia de florecimiento del alma.
La propuesta es fuerte y clara: soltar una vieja piel (identidades, hábitos y formas que ya no son ni sostiene la vida), aceptar el caos como antesala de un nuevo orden, revisar vínculos y comunicación, asumir lo ambiguo como puerta hacia la claridad revelada y recordar lo sagrado.
Los mayores desafíos provienen de nuestra resistencia al cambio. Cuando logramos suavizarnos, aceptar y confiar, accedemos a la paz que nos abre el paso hacia lo nuevo.
Este eclipse en Virgo no es solo un cierre: es una semilla de restauración. Una invitación a recordar nuestro estado intrínseco de salud y a co-crear desde el amor y la coherencia.
Es una semilla de paciencia, diligencia y devoción, que requiere tiempo para revelarse.
Recuerda: tú eres el campo fértil para la semilla de la nueva humanidad, y estás hecha para convertirte en tu propio ejemplo.
Solo tu puedes decidir si te haces aliada Dios y la de vida, del amor y de la confianza, del vacío y del misterio.
◎ ¿Qué viejas pieles, hábitos o identidades siento que ya no me sostienen?
◎ ¿Qué me pide el cuerpo que suelte, purifique o transforme?
◎ ¿En qué áreas de mi vida busco orden externo pero evito escuchar mi mundo interno?
◎ ¿Qué vínculos o formas de comunicar necesitan madurar?
◎ ¿Dónde necesito practicar más humildad, servicio y autenticidad?
◎ ¿Qué semilla quiero plantar hoy para que florezca en los próximos seis meses?
El mensaje profundo de este eclipse en Virgo es la humildad frente a la vida. Recordar que nunca terminamos de aprender, que cada ciclo trae nuevos desafíos y que el ego siempre quiere convencernos de que ya “hemos sanado todo”.
La humildad también implica ocupar nuestro sitio, ni más ni menos. No cargar con lo que no nos corresponde, ni esperar que otros carguen con lo que es nuestro.
Este eclipse solar en Virgo marca un antes y un después en nuestra manera de vivir lo cotidiano, de ordenar nuestra vida externa e interna y de escuchar lo que realmente importa. No se trata solo de disciplina o perfección, sino de aprender a habitar el día a día desde un lugar más auténtico, más libre y más humilde.
Si sientes el deseo de destilar la sustancia infinita de esta temporada de eclipses, te invito a que agendemos una sesión.
A veces, la mejor manera de cruzar estos umbrales es entregarnos al estudio vivo de la matemática sagrada del cielo, una medicina perfecta para sostener el impacto del cambio y transformarlo en dirección y sentido.
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