Una vieja balanza se ha quebrado, desestabilizando todo lo que en algún momento sostuvo.

Ya no hay un pie apoyado mientras el otro se aventura a un nuevo paso. Ahora las dos piernas yacen en el aire mientras la vida invita a vivir suspendido levitando en la liminalidad del momento presente.

Dentro del túnel no hay posibilidad de retorno, y un profundo desconocimiento sobre adónde va a parar la salida.

Somos el horizonte de sucesos que va encuerpando esta simulación. El presente continuo es a la vez ilusión y lo único que existe, somos centro de la creación y también su última frontera.

Estar cómodo en la caída libre del precipicio es la destreza necesitada para colorear la experiencia como algo perfecto y preciso que conduce al eje de equilibrio del nuevo lugar, tenerse es clave mientras todo un mundo se desmorona.

El desorden del cuarto creciente abre una brecha para que memorias residuales acaben de derramarse mientras que Venus se oculta tras una nebulosa en su punto más alto como estrella de la mañana. Este tiempo es portal de un camino que se abre y conduce a Venus al inframundo. Los únicos obstáculos son interferencias de aire y agua condensada. Cuentos que enredan emociones y emociones que se enredan en cuentos son el acertijo necesario para salir del laberinto. También la única frontera a traspasar para llegar al corazón del Sol y convertir el aire que separa y dualiza en un aire que une.

El paseo del Sol por libra ha tenido sabor a muerte, una forma de la gestión libra nunca volverá a ser igual, y una forma de Venus es desechada en su purificación porque ya se había convertido en velo.

Escorpio huele más a renovación que a muerte. Huele al frescor de la hierba nueva que nace, con la disposición para llegar al núcleo desde el que se proyecta lo externo y darse cuenta que todo es uno mismo.

Art: @nothinmyst