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La abuela Luna es la maestra de ceremonias.
En su caminar por el cielo va generando encuentros que hacen de puente entre lo visible y lo invisible, entre lo externo y lo íntimo.
Ella regala la percepción sensitiva para que podamos tomar contacto somático con lo que trae y abre cada rincón y encuentro celeste.
Ella hace sentir en lo interno lo que sucede arriba.
Ella es canal de memorias.
Viene de un encuentro ceremonial con Venus en su propio templo, justo donde el cielo confecciona una lanzadera hacia lo trascendente, una gran cometa cósmica en la que Venus se convierte en la flecha que atraviesa el aire.
Esta figura celeste no busca estabilidad, sino trascendencia.
Es una geometría de propósito que impulsa al alma hacia un renacimiento del vínculo, una comprensión más amplia, libre y consciente.
La Luna nueva en Libra se vuelve testigo de nuestros pactos y contratos invisibles: los que tejemos con los otros, con la existencia, y con las partes de nosotras que aún buscan reconciliarse.
Este paso por Libra propone un salto a otra dimensión del tablero zodiacal, y para ello, todo el cielo conspira.
En Libra se ha abierto ese pasadizo que lleva a otro Libra de otra dimensión.
Venus en Libra encarna la armonía y la justicia energética, esa precisión fina donde el dar y el recibir se equilibran, recreando un pulso electromagnético.
El primer vínculo es con uno mismo, y está completamente condicionado por el contacto primigenio con la madre y el padre. Por esa sensación de como recibimos el amor en el punto cero, con sus excesos y defectos.
Determina todas nuestras relaciones futuras.
Reinterpretamos una y otra vez ese teatro original, para poder reconocernos en ese origen, y traspasarlo.
El encuentro de afuera solo es un espejo radicalmente verdadero de cómo es nuestro vínculo interno, y esto hace que la integridad y madurez individual, sea clave para tener esa integridad y madurez en la relación con el otro. Solemos caer en demandar del afuera aquello que nosotras mismas no nos damos.
Ahora, el amor quiere dejar de ser refugio o huida para convertirse en un espacio de verdad y presencia. Para con uno mismo, y por consecuencia, con los demás.
¿Eres hogar cómodo y seguro para tí misma y todas tus partes?
¿Qué exiges en el otro que tu no te das?
¿Qué rechazas de ti para que otro te lo traiga?
Todo vínculo es un territorio sagrado donde dos geometrías se encuentran para reflejarse mutuamente.
Es un jardín vivo, que requiere cuidado, respeto y libertad.
Hay tiempos para construir, y otros para dejar crecer.
Algunas flores se secan, otras nacen.
La soberanía individual nutre la soberanía del vínculo.
La distancia se vuelve medicina: proporciona el espacio necesario, abre el deseo de reencuentro y contiene aire para mantener encendida la chispa de lo vivo.
El amor consciente sabe respetar el misterio que se abre en cada uno y en el espacio compartido.
La inercia, como apunta su propia raíz etimológica, es falta de arte y de habilidad. Muerte.
Pero solo en el propio vínculo se puede rasgar el tejido de los hechizos para traspasar tendencias.
Esta semilla libriana cierra un ciclo y al mismo tiempo siembra el próximo.
No es casual que ocurra al final del recorrido del Sol por Libra, cuando ya hemos visto los espejos y comprendido qué desequilibrios emergen en nuestros lazos.
Ahora, desde una claridad más madura, podemos formular la intención:
¿Qué quiero nutrir en mis relaciones?
¿Qué pactos deseo actualizar con la vida?
¿Me doy cuenta de cómo necesito del otro para dar mi propio salto?
Libra nos enseña que la armonía no es ausencia de conflicto, sino capacidad de reparación.
La luna nueva abre un tiempo para renovar acuerdos, no solo con los demás, sino también con las partes internas que necesitan reencontrarse.
Es una siembra de nuevas alianzas, externas e internas, con las que abriremos camino hacia el 2026.
Algunos vínculos se redefinen, otros se despiden.
Podemos sentir decepción o desilusión, pero ambas palabras en realidad significan despertar de una ilusión.
Se caen las máscaras para que pueda nacer la verdad.
Esta Luna viene a recordarnos que no sanamos solos.
Lo que tejemos en el pequeño círculo de nuestras relaciones resuena en la red colectiva.
El momento nos pide madurez emocional, equilibrio y cooperación consciente: reparar puentes, aprender a dialogar sin destruir, sembrar paz como acto político y espiritual. Lo que trae el otro es un reflejo que nos pertenece y aprender a acogerlo es el primer paso salir de nuestros propios enredos.
Las tensiones cardinales nos impulsan a actuar, pero la maestría está en hacerlo con belleza.
Que cada límite nazca del amor, no del miedo.
Que cada cierre sea un gesto de verdad, no de huida.
El tiempo ha cambiado de tono.
La tierra que nos dio base y estructura ahora se resquebrajada dejando pasar el aire de una nueva conciencia.
Hemos entrado en la era del Aire, y eso hace que la estabilidad ahora esté en el movimiento, en lo ligero, en el cambio y el pensamiento.
Los vientos de Urano y Plutón soplan desde los signos de aire, reconfigurando los códigos del amor y de la conciencia colectiva.
Urano en Géminis revoluciona la comunicación viva y la mente libre; Plutón en Acuario despierta la inteligencia del colectivo y recuerda que la verdadera libertad no es individualismo, sino coherencia interior al servicio de la vida.
Venus se vuelve así un puente entre pasado y futuro, entre lo que muere y lo que nace.
Su tránsito por Libra invita a revisar los pactos invisibles o no hablados, soltar los pactos kármicos y abrir nuevas alianzas donde la reciprocidad y la creatividad sean el centro.
Venus en Libra ocupa ahora el lugar de una lanzadera movida por fuerzas mayores.
Neptuno y Saturno, espejos de disolución y estructura, son guardianes del útero cósmico entre Piscis y Aries: destino del lanzamiento.
Urano en Géminis y Plutón en Acuario trazan el arco de aire que sostiene el vuelo: los planetas del cambio y la regeneración abren un pasaje entre la mente, el alma y la conciencia colectiva.
Este patrón actúa como antena espiritual, amplificando el deseo de evolución en nuestras relaciones, valores y procesos creativos.
Urano exige cambio; Plutón revela la raíz, la sombra que pide transformación.
Ambos inyectan electricidad y verdad a la frecuencia venusina, abriendo una temporada de vínculos más conscientes, colaboraciones visionarias y nuevas formas de amar sin perder autenticidad.
Entre ellos, Venus sostiene el equilibrio entre sueño y realidad, anhelo y forma.
El amor se recrea a sí mismo, con cambios, revolución, transformación y renacimiento.
Venus une lo ancestral y lo nuevo, recordándonos que todo vínculo verdadero es una transformación mutua y constante.
Las relaciones se vuelven templos donde el alma se reconoce y se libera.
Por otro lado Mercurio, Marte y Lilith en Escorpio hacen emerger el núcleo oculto desde el que se proyecta la sombra.
Lilith raspa el fondo del inconsciente, desprendiendo las capas antiguas del deseo y la culpa.
Marte sobrecarga la densidad de las sombras no expresadas, y Mercurio es vocero de todo aquello no expresado y sin lugar.
La lunación viene acompañada por una conjunción exacta entre Marte y Mercurio en Escorpio, el 20 de octubre, una alianza que nos invita a caminar nuestro pensamiento, a unir palabra y acción, idea y deseo, mente y cuerpo.
Escorpio no teme a la profundidad.
Allí donde otros apartan la mirada, Escorpio mira y transforma. Esto no pone de frente la narrativa interna, para que detectemos los pensamientos automáticos que reproducen viejos venenos, y podamos transmutarlos en medicina a través de la honestidad y la comunicación consciente.
Se siente intenso y desafiante. Conversaciones postergadas que reclaman presencia, verdades que buscan salir a la superficie, silencios que se rompen.
Pero si somos capaces de escuchar antes de reaccionar, este aspecto se convierte en un portal de poder interior: la posibilidad de decir lo que callábamos, de expresar desde el corazón y no desde la herida.
Mercurio y Marte dialogan con Saturno y Neptuno en Piscis, tejiendo una red de intuición que suaviza la intensidad. Desde ahí, se abre un canal para limpiar nuestras aguas emocionales, depurar resentimientos y restaurar la confianza.
La acción, entonces, se vuelve oración; la palabra, bálsamo.
El domingo 19, Venus se encontró con la Luna abriendo el sexto portal de descenso. Inanna, la Reina de los Cielos desciende al inframundo para recuperar su poder.
En el descenso, cada encuentro de Venus con la Luna simboliza una prenda que se suelta, un velo que se cae, un aspecto del ego que se entrega al fuego de la transformación.
En este sexto portal, Venus se despoja de un lugar no propio desde el que nacen los deseos, un parásito que viene a regalarnos conciencia.
Ya sin adornos, el alma se mira en el espejo desnudo y reconoce el misterio del amor real: el que se sostiene en la vulnerabilidad, el que mira la sombra sin negarla, el que no busca salvar ni ser salvado, sino compartir el viaje con conciencia.
Venus se confronta con la sombra de la que nace el maquillaje de su deseo, y se enfrenta a la culpa. Por permitirse o por no permitírse.
En su descenso, Venus se vuelve alquimista: transforma la herida en sabiduría, la nostalgia en compasión, el deseo en creación.
Este tramo del ciclo es íntimo, corporal, profundamente femenino. Entramos en la parte más visceral del proceso.
El corazón se vacía para renacer más verdadero.
Solo desde la entrega puede brotar el poder.
El trampolín de Venus no impulsa hacia el cielo, sino hacia el corazón.
Nos impulsa a mirar el amor como un espejo evolutivo, no como refugio ni destino.
El alma que se atreve a amar conscientemente se eleva y se desnuda a la vez.
Esa es la paradoja venusina: la ascensión ocurre a través del descenso.
A medida que Venus se aproxima al inframundo, el cuerpo se vuelve altar, las emociones oráculo y los vínculos espejos del alma.
Todo se afina al pulso de la autenticidad: el del corazón que elige amar aun sabiendo que amar implica soltar. Morir y renacer una y otra vez.
Estar abierto a todo lo que trae la vida, pues su sabiduría y abundancia nos completa con las experiencias que convocamos, que además, son justas y necesarias para que el espíritu traspase la agonía de las memorias del alma.
Cuando no hemos reconocido las memorias del alma que nos conforman, nuestras ancestras van a parasitarnos usando nuestro cuerpo emocional para expresarse.
Ellas quieren un vehículo para gritar su rabia, vengar su duelo, llorar su dolor. Ese miedo antiguo puede devorarnos.
Nosotras convocamos encuentros que recrean su historia, y solo nuestra elección puede pertetrar su forma o liberar su agonía.
Reconocerlas es un primer paso para hacer la magia de darles espacio, honrar su experiencia y liberarlas.
Es un escalón de apenas unos centímetros que se siente un precipicio.
La liberación de ellas es nuestra liberación y del mismo modo a la inversa. El camino para desprendernos de un miedo es cambiar de alianza al amor y la confianza. Desde esa frecuencia podemos convertir su sed de venganza en voz sabia que acompañe nuestro caminar.
Pueden inspirarnos a expandir el corazón sin perder el centro. A elevar su deseo a una frecuencia más alta, a disolver las ilusiones de un ideal del amor que solo era la ilusión para resolver el acertijo.
El cielo nos invita a salir del sueño artificial del amor y entrar en el sueño verdadero: el amor sabio y responsable, libre de salvaciones y victimismos.
Neptuno retrógrado reingresa en Piscis, cruzando nuevamente el útero cósmico hacia lugar de antes del nacimiento.
La marea se recoge, nos pide silencio.
Vuelve la niebla sagrada que disuelve certezas, invitándonos a entregar lo que aún duele al océano del alma.
Neptuno permanecerá retrógrado hasta el 10 de diciembre, guiándonos hacia una purificación profunda de los sueños y las idealizaciones, entrenándonos para ver sin los ojos de trapo.
Es tiempo de revisar lo que proyectamos en los demás, lo que esperamos de la vida, lo que aún sostenemos por miedo a despertar.
Al liberar esas fantasías, abrimos espacio a una conciencia más encarnada, más real.
En estas aguas pisianas, todo retorna al origen.
Nos rendimos para regenerarnos.
Nos dormimos un instante para recordar quién sueña.
El 22 de octubre, el Sol entra en Escorpio y la luz se vuelve introspectiva.
Comienza una travesía con foco en mano por aquella habitación oculta donde han estado pasando cosas. El viaje continua hacia adentro.
Si Libra fue el espejo, Escorpio es el fondo del agua donde se revela la imagen verdadera.
Nos volvemos alquimistas del alma para transformar dolor en sabiduría, pérdida en presencia, muerte en renacimiento.
El Sol en Escorpio ilumina lo oculto y nos enseña que sin oscuridad no hay revelación.
El deseo se vuelve brújula y el instinto guía.
No se trata de productividad ni de logros externos, sino de claridad emocional, de volver a sentirnos seguras en nuestra propia profundidad, en nuestro silencio, en el misterio de nuestra intimidad.
Esta secuencia —la luna nueva en Libra, la conjunción en Escorpio, el regreso de Neptuno y la entrada del Sol en Escorpio— es un pasaje iniciático.
Nos conduce desde la armonización de los vínculos hacia la integración de la sombra.
El poder no es control, sino alineación de la voluntad humana con la voluntad divina.
Cuando soltamos la necesidad de que las cosas sean como imaginamos, el espíritu puede expresarse con libertad creativa.
Allí empieza la verdadera soberanía: actuando en coherencia, pero no desde el miedo ni la herida, sino desde el centro del amor absoluto
El alma sabe que la paz no se alcanza afuera: se cultiva adentro, en el pequeño templo del corazón.
El Sol, Júpiter, Quirón y Plutón forman una cruz cósmica. Cuatro cuadraturas y dos oposiciones que rompen las formas para crear conciencia.
Las cuadraturas cardinales son impulsos de inicio: fuerzas que nos confrontan con la urgencia de restaurar el equilibrio sin traicionarnos, de sostener la paz sin anestesiar la verdad.
Hay un llamado a redefinir en sentido de nuestra vida a través de una integración de la herida y con una profunda transformación de la conciencia.
Por ello puedes sentir justamente lo contrario. El sabor a duelo de como algo muere, y el sin sentido de nuestras partes más pequeñas y vulnerables.
Júpiter y el cuarto menguante en Cáncer liberan memorias familiares y emocionales, trayendo claridad después de la temporada de eclipses.
En esta danza se abre un territorio de sanación familiar, donde emergen patrones antiguos —lealtades, culpas, heridas de pertenencia— que ya no pueden dirigir nuestras decisiones.
El Sol en Libra se opone a Quirón en Aries, mientras Júpiter en Cáncer señala el sentido en la raíz.
Con Quirón activado, la herida se transforma en sabiduría.
Si permanecemos presentes y vulnerables, el amor puede reparar lo que parecía roto y restaurar la confianza interior. Pero el amor que debe brotar desde uno y para ello hay que estar disponible.
La vida pide honrar lo que fue y soltar lo que ata, reconocer las formas de relación que cumplieron su propósito y liberar los contratos que sostienen desequilibrios.
Esta luna nueva, más que sembrar algo nuevo, parece recordarnos cómo queremos vincularnos desde ahora.
Cómo cuidar sin perder independencia.
Cómo armonizar sin diluirnos.
Cómo amar desde la autenticidad, con la vulnerabilidad como puerta hacia la coherencia.
La cometa cósmica y el sexto portal son dos fases de una misma iniciación: elevar el amor a una frecuencia más alta y hacerlo descender al cuerpo.
Venus nos enseña que la belleza no es ornamento, sino coherencia vibrando en forma;
que el amor no es un ideal, sino presencia viva;
y que el vínculo no es reflejo de carencia, sino territorio de revelación.
Así nos encuentra este momento; en un trampolín donde Venus debe saltar desde el cielo del alma a la tierra del corazón, renaciendo al poder de amar con verdad —porque cada vínculo es un acto de creación divina.
Si sientes el deseo de destilar la sustancia infinita de este momento, te invito a que agendemos una sesión.
A veces, la mejor manera de cruzar estos umbrales es entregarnos al estudio vivo de la matemática sagrada del cielo, una medicina perfecta para sostener el impacto del cambio y transformarlo en dirección y sentido.
El mapa de la carta propone una alquimia, una ruptura de los hechizos que representamos. Proporciona una mirada para poder reconocer aquello que yace en sombra para salir de las inercias. Y facilita una comprensión profunda que es medicina para ver la plenitud que siempre estuvo presente.
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